La antropóloga y bióloga del amor Helen Fisher, investigadora de la Universidad Rutgers (EE. UU.), descubrió que el amor no es una sola emoción, sino una combinación química de tres sistemas cerebrales distintos: el deseo sexual, la atracción romántica y el apego emocional. Cada uno activa diferentes zonas del cerebro y responde a su propio cóctel hormonal: el deseo se impulsa por la testosterona y el estrógeno; la atracción, por la dopamina, responsable del placer y la motivación; y el apego, por la oxitocina y la vasopresina, hormonas del vínculo y la confianza.
Según Fisher, estos tres sistemas pueden funcionar por separado, sí, es posible desear a una persona, enamorarse de otra y sentirse seguro con una tercera, o sincronizarse en lo que ella llama la “sincronía cerebral del amor”. Cuando eso ocurre, el resultado tiende a ser una relación más profunda y estable. La ciencia confirma así que el corazón es solo un espectador y que, en realidad, es el cerebro quien dirige la orquesta del amor… ¡Hay que dar amor chicos!
