En Placilla, región de Valparaíso, un asalto de esos que empiezan con pistola en mano y gritos terminó en algo que pocos hubieran apostado: una reconciliación. Sonia González, dueña de un almacén, fue encañonada por un joven delincuente que solo alcanzó a llevarse $3 mil pesos antes de huir. La víctima, lejos de amedrentarse, le advirtió que si volvía lo reconocería y lo enfrentaría.
Y volvió, pero con otra actitud. El ladrón arrepentido regresó al negocio para disculparse y devolver el dinero, asegurando que quería cambiar su vida. Sonia aceptó las disculpas, le dio un “ya estamos bien” y hasta sellaron la paz con un curioso “¿somos amigos, tía?”. Aunque el joven se ofreció a ayudar en el negocio, la comerciante prefirió aconsejarle que buscara un trabajo honrado.
