Un estudio confirmó que el bostezo contagioso es más frecuente entre personas con vínculos emocionales cercanos, como familiares, amigos íntimos o parejas. La investigación señala que la cercanía afectiva es un factor clave para predecir la frecuencia con la que se contagia este gesto, lo que sugiere que, más allá de ser una simple reacción física, el bostezo también es una expresión involuntaria de conexión emocional.
Otros trabajos han explorado la relación entre este fenómeno y la empatía, destacando que quienes poseen mayor sensibilidad emocional son más propensos a contagiarse. No obstante, factores como la atención, el entorno y la percepción social también pueden influir. Aunque aún existe debate sobre sus causas exactas, la evidencia científica respalda que el bostezo contagioso está profundamente ligado a nuestras relaciones sociales más estrechas.