En un rincón rural de Miyazaki, Japón, Toshiyuki Kuroki protagoniza una de las historias de amor más conmovedoras de los últimos tiempos. Luego de que su esposa Yasuko perdiera la vista a los 52 años producto de complicaciones derivadas de la diabetes, y cayera en una profunda depresión, este granjero decidió devolverle la alegría: durante dos años plantó más de 2.000 flores shibazakura para que ella pudiera disfrutarlas a través del olfato.
La iniciativa no solo logró que Yasuko comenzara a salir nuevamente de casa y recobrara su ánimo, sino que, con el paso del tiempo, su jardín se convirtió en un símbolo de amor incondicional. Hoy en día, miles de visitantes acuden cada año a contemplar el paisaje.