Una sola noche de sueño insuficiente puede alterar el metabolismo y las señales hormonales que regulan el apetito, provocando un aumento del deseo por alimentos altos en grasa y azúcar, como golosinas o comida chatarra. Estudios señalan que dormir solo cuatro o cinco horas eleva el ansia de calorías rápidas, lo cual puede perpetuarse en patrones repetitivos que conducen al sobrepeso, resistencia a la insulina e incluso riesgo de diabetes tipo 2.
Los mecanismos incluyen desequilibrios en hormonas como la grelina y la leptina: al dormir mal, aumenta la primera (hambre) y disminuye la segunda (saciedad), y el cerebro busca un “chasqueo” emocional con algo dulce o crujiente para obtener una recompensa instantánea. Además, esta preferencia por chanchear no sólo responde a déficit de energía, sino también a la necesidad de un estímulo sensorial que calme el cansancio cerebral… Uno se premia así.
