Un reciente estudio reveló que, tras solo tres horas de interacción continua, la mayoría de las personas—independiente de si son introvertidas o extrovertidas—comienza a mostrar signos de fatiga social. Este estado de agotamiento mental y emocional no se relaciona con la timidez ni con una falta de habilidades sociales, sino con el esfuerzo sostenido de interpretar gestos, mantener la atención, regular respuestas y sostener conversaciones.
La investigación también identificó que ciertos grupos tienden a fatigarse más rápido, como personas con ansiedad, neurodivergencias (como TDAH o autismo), o aquellas especialmente empáticas o sensibles. En estos casos, el desgaste mental puede aparecer mucho antes y con mayor intensidad. Entre los síntomas más comunes destacan el cansancio repentino, la irritabilidad, el deseo de aislamiento y una baja en el estado de ánimo.