Diversos estudios científicos han concluido que dormir menos de seis horas por noche deteriora funciones cognitivas clave de forma comparable a estar legalmente ebrio. El rendimiento mental se ve tan afectado que se asemeja a tener 0.08% de alcohol en la sangre, el límite de intoxicación permitido para conducir en muchos países. Esta privación impacta directamente la atención, la memoria y los reflejos.
Entre los efectos más destacados se encuentran una menor capacidad de concentración, respuestas más lentas, toma de decisiones impulsiva y un mayor riesgo de accidentes. Además, la falta de sueño prolongada está vinculada a trastornos como la ansiedad, la depresión y problemas cardíacos. Dormir más un solo día no basta: el cuerpo y el cerebro requieren varios días para recuperar un déficit real de descanso.