Un estudio dirigido por investigadores de Stanford y Harvard descubrió algo que muchos ya sospechábamos mientras miramos al techo a las 2 de la mañana: el trabajo puede estar matándonos lentamente. Analizando más de 200 estudios, concluyeron que tres factores son especialmente tóxicos para la salud: las jornadas eternas, la falta de control sobre lo que haces y la incertidumbre de no saber si mañana tendrás empleo. ¿El resultado? Más riesgo de enfermarse, peor salud mental… y sí, menos años de vida.
Lo más impactante: trabajar en un ambiente así puede ser tan dañino como fumar o respirar humo de segunda mano. Así que si sentías que tu oficina te estaba robando la energía (o la calma), no era drama… ¡era real! La recomendación es clara: mejorar las condiciones laborales no es solo un lujo, es una medida de salud pública. A veces, cambiar de trabajo no es huir o ser cobarde, es solo autocuidado.
