Viajar no solo expande horizontes, también eleva significativamente los niveles de felicidad personal. Así lo concluye un reciente estudio que sitúa las experiencias viajeras por sobre hitos tradicionalmente considerados fuentes de alegría, como casarse, comenzar una relación o incluso tener hijos. El impacto emocional de un viaje supera al de una boda (49%), una nueva cita (51%) y, sorprendentemente, al nacimiento de un hijo (29%). Para el 70% de los encuestados, invertir en viajes ofrece una gratificación más profunda y duradera que adquirir bienes materiales, destacando la libertad y el descubrimiento como los mayores placeres de recorrer el mundo.
La planificación del viaje, la expectativa de la aventura y los recuerdos que se generan se han convertido en pilares de bienestar emocional. Muchas personas están dispuestas a reducir otros gastos con tal de priorizar un presupuesto destinado a explorar nuevos destinos.