Guillermo Núñez, un residente de Antofagasta, protagonizó una emotiva batalla por mantener a su querido chihuahua, Jumpy, en un edificio donde las mascotas estaban prohibidas. A pesar de enfrentar multas que escalaron de $25 mil a $66 mil mensuales, Núñez decidió no rendirse, argumentando que Jumpy es como un hijo para él. Durante años, sorteó las reglas del condominio, incluso paseando a su perro en secreto para protegerlo del frío y de la administración que amenazaba con desalojarlos. En total, desembolsó $12 millones en multas, convirtiéndose en un símbolo de resistencia y amor incondicional hacia los animales.
La historia tuvo un giro esperanzador cuando la Corte Suprema falló a favor de los propietarios y ordenó la devolución parcial de las multas. Núñez recuperó $3,6 millones, aunque el alivio mayor fue la victoria comunitaria: hoy, el edificio permite mascotas gracias a su lucha. “Ahora el lugar está lleno de animales, y eso es gracias al amor que sentimos por ellos”, declaró Núñez, visiblemente emocionado, celebrando que Jumpy y muchas otras mascotas puedan finalmente vivir sin restricciones.